Es frecuente que nos obsesionemos con fotografiar las rarezas que la Naturaleza nos ofrece, buscando siempre la especie más escasa, la más complicada, la más esquiva o esa escena poco habitual que nadie ha conseguido antes. No dudamos en embarcamos en expediciones a rincones recónditos donde pensamos que es más probable que pocos hayan pisado, donde quizás quede algo nuevo por descubrir y premeditamos concienzudamente cómo y cuándo conseguir esa imagen que salga de lo común. Y aunque sea de un modo involuntario, dejamos a un lado lo corriente, lo habitual, las especies que nos rodean, los lugares donde creemos que ya hemos aprovechado todos los recursos.
Un buen ejemplo de ello es el de esta flor. Pertenece a una de las especies más comunes y emblemáticas de nuestro territorio, pero sin embargo se encuentra entre las más desconocidas y, con toda certeza, también es una de las menos fotografiadas.
¿La conoces? Se trata, nada más y nada menos, que de la flor femenina de la encina. He de reconocer que ha sido esta primavera la primera vez que la he visto, o mejor dicho, que se me ha ocurrido buscarla. Hace unas semanas, mientras fotografiaba los amentos masculinos de una encina me asaltó una tremenda duda: ¿dónde estaban las flores femeninas? Busqué sin éxito por todas las ramas, sin saber muy bien qué era lo que tenía que encontrar. Al regresar a casa consulté en la bibliografía cómo era la flor y dónde se localizaba, lo que me facilitó mucho el trabajo en el siguiente intento.
La encina es una especie monoica, es decir, que un mismo árbol produce tanto flores masculinas como femeninas, siendo ambas morfológicamente muy diferentes. Las flores masculinas (que todos conocemos) son muy abundantes y llamativas, disponiéndose en amentos alargados de color amarillento que en algunos ejemplares llegan a cubrir todo el árbol. Sin embargo, las flores femeninas son muy pequeñas y discretas, y solamente se desarrollan sobre las ramas que han brotado ese año, situándose solitarias o en pequeños grupos. La aparición de las flores femeninas se produce inmediatamente después de hacerlo las masculinas, quizás para favorecer la polinización cruzada y evitar así la autopolinización.
Flores femeninas, con estigmas filiformes de color amarillo verdoso
No obstante, las encinas tienen una cierta tendencia a ser parcialmente dioicas y con frecuencia encontraremos pies en los que son más abundantes las flores de un sexo que las de otro. Lógicamente, las encinas que desarrollan muchas flores masculinas son las menos productivas y darán pocas bellotas en invierno. Luís Ceballos, en su libro “Árboles y arbustos” (una excelente publicación y con solera, del año 1979), recoge el dicho popular “encina con moco, en la montanera da poco”, haciendo alusión a que los árboles cargados de amentos producen pocas bellotas. Por otra parte, es muy frecuente que la producción de bellota sea muy variable de unos años a otros para un mismo pie, llegando incluso a no dar bellotas (fenómeno conocido como “vecería”) y, por tanto, reduciendo la producción de flores femeninas en primavera.
Flores femeninas, con estigmas engrosados de color amarillo cremoso
Todos estos fenómenos, unidos a la vistosidad de las flores masculinas, hacen que las pequeñas flores femeninas pasen desapercibidas para casi todo el mundo. Sin temor a equivocarme, estoy seguro que todos tenemos en nuestros archivos multitud de imágenes de los fotogénicos amentos de las encinas……pero muy pocas o ninguna de las femeninas. También os ocurrirá lo mismo si intentáis encontrar una imagen de ellas en internet (mediante cualquier buscador, por ejemplo) o en la bibliografía especializada, apareciendo rara vez fotografiada y como mucho, ilustrada en alguna lámina.
Amentos (flores masculinas)
Amentos (flores masculinas)
La flor femenina apenas mide 3-4mm, tiene forma ovoide, ovario piloso y 4 estigmas muy patentes. Los estigmas son inicialmente filiformes, de un color amarillo verdoso y a medida que se desarrollan van engrosándose y adquieren un tono amarillo cremoso. Con la senescencia de la flor se vuelven rojizos y con apariencia lignificada. Una vez fecundada, la flor engrosa con rapidez y va adquiriendo la forma de una diminuta bellota, apreciándose las escamas densamente pilosas que formarán más adelante la cúpula o cascabullo.
Flores femeninas en la fase final de desarrollo
Flor femenina, con los estigmas lignificados
Aunque es evidente que no se trata de una flor desconocida, estoy seguro que para a muchos de vosotros también es la primera vez que reparáis en su existencia, razón de más para rendir homenaje a la flor de la encina y a su discreta existencia. Siempre produce satisfacción descubrir algo nuevo en nuestro entorno más cercano, especialmente cuando siempre ha estado ahí, sin que hayamos advertido su presencia. A veces, lo más raro y desconocido lo tenemos a nuestro lado!
Bellota en desarrollo, emergiendo de la cápsula. Aún se aprecian los restos de los estigmas en el extremo de la bellota.
Imágenes: Nikon D300 +Tamron 90mm f2.8, en algunas añadiendo un anillo de extensión.