sábado, 31 de enero de 2009
Noticias de 664N
En poco tiempo he recibido noticias de la gaviota sombría que fotografié en Palazuelo (Badajoz) por parte del coordinador de los anillamientos de esta especie en Francia. Se trataba de un ejemplar anillado como pollo el 12 de julio de 2008 en la localidad de Calais, en la costa atlántica, justo en la zona más estrecha del Canal de la Mancha, a menos de 35 km de Gran Bretaña.
Hasta ahora es la primera observación de este ejemplar en los 5 meses transcurridos desde que fue anillado.
Mientras hacía las fotografías, la gaviota sombría capturó un cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii), muy abundantes en las tablas de arroz. Siempre es preferible verlas así que rebuscando alimento en los grandes basureros.
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jueves, 22 de enero de 2009
Grullas al atardecer
Contemplando escenas como la de esta imagen, con las grullas volando a sus dormideros, muchas veces he tenido la sensación de que todo el mundo se estaba perdiendo uno de los mayores espectáculos que la naturaleza puede ofrecernos. Las luces mágicas del atardecer, el sonoro trompeteo de las grullas rompiendo el apacible silencio del ocaso del día y centenares de siluetas en vuelo recortándose en el horizonte, crean un ambiente que te hace sentir que no puede haber nada mejor en el mundo que disfrutar de ese momento. Por unos instantes te invade la sensación de haber sido un auténtico privilegiado, alguien para quien miles de aves han actuado en directo y en exclusiva, disfrutando de ello desde su butaca de primera fila. Este espectáculo se repite a diario durante todo el invierno y siempre es diferente gracias a que estas grandes artistas improvisan cada día la puesta en escena. La mayoría de las tardes el único público que tienen son los mochuelos, los alcaravanes o el mastín del cortijo, a quienes el vuelo de las grullas anuncia la inminente llegada de la noche. Mientras tanto, nosotros vivimos ajenos a todo lo que ocurre ahí fuera.
Se trata de un espectáculo que no tiene precio, para el que no hace falta reservar entrada y quizás por eso no sepamos valorarlo como merece. La mayoría de la gente tiene la percepción de que contemplar las grullas al atardecer es un entretenimiento destinado exclusivamente a satisfacer los exquisitos gustos de turistas y forasteros, pero no de ser un espectáculo natural para todos los públicos con el que estamos conviviendo desde hace siglos.
Se invierten grandes esfuerzos intentando convertir a las aves en un recurso turístico para atraer a miles de visitantes a lugares privilegiados e incentivar así el desarrollo en las áreas rurales con menos alternativas. Pero en realidad hemos empezado la casa por el tejado. Antes tendríamos que haber conseguido algo más importante: lograr que las aves fuesen consideradas como un patrimonio valioso por la gente que convive con ellas y que ese patrimonio formase parte de su cultura. De esta premisa depende que los valores naturales se conviertan en un verdadero recurso y también es clave para sea posible su conservación.
No hemos contado con esa importante ventaja, una oportunidad que se ha desperdiciado con el paso del tiempo y de las generaciones, como siempre, en favor de modelos de desarrollo agresivos con el medio ambiente y de una cultura cada vez más globalizada. Así hemos llegado a medirnos por falsos conceptos de calidad de vida, haciendo posible que los kilovatios que iluminan la fachada de un centro comercial nos produzcan más admiración que una puesta de sol.
Lo que quiero expresar quizás lo entenderéis mejor si comparamos el modo en que este mismo recurso , el espectáculo que ofrecen las grullas, forma parte de la cultura de un país como Suecia.
Las imágenes están tomadas en el Parque Periurbano de Conservación y Ocio “Dehesa de Moheda Alta”, en Navalvillar de Pela (Badajoz), en enero del año pasado.
Esta era la avanzadilla de un enorme bando de más de 4.000 grullas, el primero de los que pasaron en dirección a un gran dormidero sobre arrozales.
Enlace a esta imagen en Fotonatura
Se trata de un espectáculo que no tiene precio, para el que no hace falta reservar entrada y quizás por eso no sepamos valorarlo como merece. La mayoría de la gente tiene la percepción de que contemplar las grullas al atardecer es un entretenimiento destinado exclusivamente a satisfacer los exquisitos gustos de turistas y forasteros, pero no de ser un espectáculo natural para todos los públicos con el que estamos conviviendo desde hace siglos.
Se invierten grandes esfuerzos intentando convertir a las aves en un recurso turístico para atraer a miles de visitantes a lugares privilegiados e incentivar así el desarrollo en las áreas rurales con menos alternativas. Pero en realidad hemos empezado la casa por el tejado. Antes tendríamos que haber conseguido algo más importante: lograr que las aves fuesen consideradas como un patrimonio valioso por la gente que convive con ellas y que ese patrimonio formase parte de su cultura. De esta premisa depende que los valores naturales se conviertan en un verdadero recurso y también es clave para sea posible su conservación.
No hemos contado con esa importante ventaja, una oportunidad que se ha desperdiciado con el paso del tiempo y de las generaciones, como siempre, en favor de modelos de desarrollo agresivos con el medio ambiente y de una cultura cada vez más globalizada. Así hemos llegado a medirnos por falsos conceptos de calidad de vida, haciendo posible que los kilovatios que iluminan la fachada de un centro comercial nos produzcan más admiración que una puesta de sol.
Lo que quiero expresar quizás lo entenderéis mejor si comparamos el modo en que este mismo recurso , el espectáculo que ofrecen las grullas, forma parte de la cultura de un país como Suecia.
Las imágenes están tomadas en el Parque Periurbano de Conservación y Ocio “Dehesa de Moheda Alta”, en Navalvillar de Pela (Badajoz), en enero del año pasado.
Esta era la avanzadilla de un enorme bando de más de 4.000 grullas, el primero de los que pasaron en dirección a un gran dormidero sobre arrozales.
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miércoles, 14 de enero de 2009
Lavandera blanca
El mismo día que tuve el casual encuentro con el Esmerejón y sus perseguidoras, dediqué gran parte de la mañana a fotografiar a las Lavanderas blancas. En el lugar donde me encontraba el sol tarda un buen rato en iluminar la orilla del agua, así que las luces no permitían que destacasen mucho los colores. Aunque en la imagen superior he reducido la saturación hasta dejarla en escala de grises, los colores originales eran muy parecidos a lo que veis. No obstante, pese a no disponer de la luz más adecuada, creo que merecía la pena fotografiar este momento.
Bueno, también fue imposible resistirse cuando las primeras luces del amanecer dieron vida a los colores de la Lavandera!
martes, 13 de enero de 2009
El esmerejón acosador
El domingo pasado tuve la oportunidad de presenciar una escena curiosa protagonizada por un Esmerejón (Falco columbarius) y un grupo de Urracas (Pica pica). Estaba escondido dentro del chajurdo intentando fotografiar aves en un pequeño embalse, cuando observé en la orilla opuesta, a unos 200m, un tremendo revuelo en un grupo de Urracas. Al principio no le di importancia fotográfica porque estaban muy lejos, pero al cabo de un rato me di cuenta de que en la escena había un pequeño halcón de rápido vuelo y que resultó ser un Esmerejón.
El Esmerejón se pasó más de media hora acosando a las Urracas, volando insistentemente hasta los lugares donde estaban posadas y haciendo continuos picados y quiebros para provocarlas, a lo que ellas respondían inmediatamente. A ratos se dejaba perseguir, para esquivarlas después con gran facilidad, recreándose aparentemente en este entretenimiento y aprovechando que jugaba con ventaja gracias a su extraordinaria capacidad para volar. Otras veces se posaba en el mismo árbol que las urracas hasta conseguir que iniciasen la persecución.
Los momentos más espectaculares sucedían cuando el Esmerejón ascendía en altura y obligaba a las urracas a hacerlo también, zafándose posteriormente con un rápido picado.
Es una especie que he visto en pocas ocasiones Extremadura, no creo que hayan sido más de 10 veces, varias en los regadíos de Vegas Altas del Guadiana, dos veces en La Serena y una los robledales de Piornal (Cáceres), todas ellas en invierno. En en los regadíos los pude ver persiguiendo a bandos de aláudidos intentando capturar algún ejemplar. Pero esta escena de acoso a las Urracas ha sido con diferencia mi mejor encuentro con el esmerejón. La calidad de las imágenes no es muy buena por la distancia a la que se encontraban los personajes, el severo recorte para obtener detalles y la reducción de tamaño para subirla al blog. Hasta el 600mm tiene sus límites para hacer milagros!
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