Nikon D300 +600mm f4 (ISO 200; 1/160s; f8; -0,33 eV), desde la ventana
del coche. Entre Vegas Altas y Obando (Badajoz). Grupo de grullas
alimentándose en un rastrojo de arroz, bajo una suave lluvia.
De
todos lo meses que pasan las grullas en Extremadura, siempre me ha
parecido que febrero es el mejor momento para fotografiarlas sin
necesidad de aguardo, simplemente recorriendo pistas y caminos con un
vehículo. Esto se debe a la coincidencia
de varias circunstancias. En primer lugar, el momento de la migración
hacia sus lugares de cría se aproxima y parecen ser conscientes de que
no pueden gastar energía innecesariamente. Por esta razón suelen
alejarse caminado o “a paso ligero” cuando te acercas a ellas y puedes
aproximarte mucho más sin que levanten el vuelo.
Por otra parte, al
final de la invernada buscan alimento en las zonas donde antes no lo
hacían, como cultivos cercanos a caminos o carreteras, cunetas, etc. ,
lugares a los que antes renunciaban por tener mas tránsito humano.
También deben percibir que la temporada de caza ya ha terminado y que las
personas con las que se cruzan por el campo ya no emiten esos ruidos
atronadores que las sobresaltaban continuamente. Tampoco suenan los
carburos que en algunas zonas colocaban para evitar que se comieran el
arroz que aún no había sido cosechado. En líneas generales, el campo
está mucho más tranquilo y la relación con el hombre es menos
complicada.
Puede que tenga cierta importancia que ahora estén menos
estresadas que al comienzo de la invernada por la imperiosa necesidad
de buscar alimento: en febrero los días son más largos que en los meses
anteriores y pueden dedicarle más tiempo a esta actividad. Sigue habiendo bellotas en las
dehesas (especialmente en las dehesas cultivadas con cereales, donde no
ha entrado el ganado) y los rastrojos de arroz y de maíz aún disponen de
granos en abundancia. La tierra está blanda y resulta más fácil escarbar
con el pico para desenterrar bulbos y raíces.
Pero hay algo más
importante que me gusta de febrero. Además de que las grullas se
muestren ahora más confiadas, muchos de los paisajes donde habitan lucen
con un mayor colorido y las dehesas y los pastizales se tapizan de
flores blancas y amarillas, ganando las imágenes en cromatismo y
vistosidad. La cercanía de la primavera y de su período nupcial hace que
su sobrio plumaje luzca aún más, destacando su espectacular falsa cola y
los tonos rojos de la cabeza son ahora más intensos. Su
comportamiento gana también en dinamismo, siendo más frecuentes los
saltos, las peleas, las exhibiciones prenupciales y otras poses que
antes no se veían.
Aún quedan días de invernada: ¡si puedes, no te los pierdas! Bueno, cuando las lluvias y las ciclogénesis lo permitan!