Unos de los
más bellos rincones de la Sierra de Gata se esconde en el Valle del Jálama, un
privilegiado enclave donde el tiempo parece haberse detenido, manteniendo
intacto el esplendor natural que siglos atrás engalanaba estas montañas. Tanto
es así, que en sus pueblos aún persiste un habla diferente a la del resto del territorio,
"A Fala", una lengua romance que ya se definía en el Diccionario de
Madoz (1844) como "un dialecto ininteligible, formado de palabras
castellanas y portuguesas, todas adulteradas", acrecentando la sensación
de hallarse en un lugar distinto y exótico.
La Sierra de Gata ha sido históricamente una encrucijada de caminos, conformando la abrupta divisoria entre las tierras castellanas y extremeñas y propiciada también por su cercanía a la frontera que une lo luso y lo hispano. Paso obligado de ganados trashumantes, de mercancías y comerciantes, de ejércitos y de viajeros, que en transcurso de la historia fueron esculpiendo las sendas, veredas y caminos que recorren sus montañas, haciendo transitables parajes que la naturaleza engendró indómitos.
Comienzo del camino empedrado desde Trevejo a Villamiel
La Sierra de Gata ha sido históricamente una encrucijada de caminos, conformando la abrupta divisoria entre las tierras castellanas y extremeñas y propiciada también por su cercanía a la frontera que une lo luso y lo hispano. Paso obligado de ganados trashumantes, de mercancías y comerciantes, de ejércitos y de viajeros, que en transcurso de la historia fueron esculpiendo las sendas, veredas y caminos que recorren sus montañas, haciendo transitables parajes que la naturaleza engendró indómitos.
Castañares y pinares que rodean San Martín de Trevejo
Nunca una ruta
fue tan generosa con quienes se aventuran a conocerla, mostrando a cada paso el
esplendor de sus paisajes y a la vez la cultura, la historia y las tradiciones de
sus pobladores. Para conocerla, debemos disponernos a recorrer casi 14 km por
caminos en su mayor parte empedrados, superando desniveles comprendidos entre
los 615 m en la cota más baja (San Martín de Trevejo) y los 1482 m de la cima
del Pico Jálama. Pese a ello, se considera una travesía de dificultad media, ya
que el sabio trazado de los caminos nos facilita la marcha en los tramos de
mayor pendiente. No debemos olvidar que después hay que desandar el camino.
Mapa completo de la ruta desde Trevejo hasta el Pico Jálama, pasando por Villamiel y San Martín de Trevejo
Esta apasionante
jornada comienza en la pintoresca pedanía de Trevejo, donde es obligado pasear
tranquilamente por sus intricadas callejas hasta llegar a las ruinas del castillo
fortaleza que se erige sobre un estratégico roquedo, un espectacular balcón
desde donde admirar la belleza de la comarca y augurar las maravillas que sin
duda encontraremos en nuestro recorrido hasta la cima del Jálama. El castillo, inicialmente
construido en el siglo XII sobre una torre vigía musulmana, alcanzo su
esplendor en la época medieval, siendo ocupado sucesivamente por las Órdenes
Militares del Temple, Santiago y Alcántara. Tomaremos el camino empedrado parte
desde las últimas casas de Trevejo en dirección a Hoyos (otra bonita ruta que,
de momento, nos resistiremos a seguir) y 300 m después de pasar la Ermita del
Cristo encontraremos a nuestra izquierda un sombreado camino ascendente que nos
llevará hacia Villamiel. Tras alcanzar el puerto de Trevejo y cruzar la carretera,
el camino se dirige hacia un precioso valle atravesado por el arroyo de los
Lagares, quedando ya a la vista Villamiel bellamente enmarcada por la sierra de
Eljas al fondo. En esta localidad podemos aprovechar para recorrer sus calles,
la plaza mayor o sus dos ermitas. En los muros de la Iglesia de Santa María
Magdalena, del siglo XVI, encontraremos unas curiosas inscripciones de
trascendental significado, que no dejarán indiferente a quien se detenga a
leerlas.
Desde Villamiel, retomaremos el camino para dirigirnos hacia a San Martín de Trevejo tomando la calle que conduce a la plaza de toros. Se trata de un tramo de suaves pendientes en el que la ruta asciende y desciende adaptándose al relieve del terreno. Nuestros pasos discurrirán embelesados entre bosquetes de robles y castaños, que en ocasiones envuelven por completo la senda, alternando con verdes prados. A medida que nos acercamos a San Martín de Trevejo el paisaje cambia por completo y descubriremos otro de los rasgos que caracterizan a los pueblos del Valle del Jálama: la perfecta y armoniosa integración de la agricultura en el entorno. Cuidadas con el esmero de quienes viven de ellas, un complejo mosaico de pequeñas parcelas de olivares, viñedos, frutales y huertos se disponen en bancales o quedan delimitadas mediante ancestrales muros de piedra. Estos cultivos siempre se ubican en las tierras más fértiles de los valles que rodean los núcleos urbanos, un peculiar contraste que hace aún más grato nuestro recorrido.
Ermita del Cristo y camino empedrado cerca de Villamiel
Desde Villamiel, retomaremos el camino para dirigirnos hacia a San Martín de Trevejo tomando la calle que conduce a la plaza de toros. Se trata de un tramo de suaves pendientes en el que la ruta asciende y desciende adaptándose al relieve del terreno. Nuestros pasos discurrirán embelesados entre bosquetes de robles y castaños, que en ocasiones envuelven por completo la senda, alternando con verdes prados. A medida que nos acercamos a San Martín de Trevejo el paisaje cambia por completo y descubriremos otro de los rasgos que caracterizan a los pueblos del Valle del Jálama: la perfecta y armoniosa integración de la agricultura en el entorno. Cuidadas con el esmero de quienes viven de ellas, un complejo mosaico de pequeñas parcelas de olivares, viñedos, frutales y huertos se disponen en bancales o quedan delimitadas mediante ancestrales muros de piedra. Estos cultivos siempre se ubican en las tierras más fértiles de los valles que rodean los núcleos urbanos, un peculiar contraste que hace aún más grato nuestro recorrido.
Fachada una casa típica de San Martín de Trevejo
Plaza de San Martín de Trevejo
Calles de San Martín de Trevejo
San Martín de
Trevejo cuenta con conjunto histórico declarado como Bien Cultural y que
representa una de las joyas de la arquitectura tradicional de la sierra de
Gata, debiendo reconocerse el mérito de sus habitantes por haber sabido
conservar toda su esencia hasta la actualidad. Las casas de piedra, las puertas
con sus características trancas de madera, los poyos y escalinatas de granito,
las paredes de adobe sostenidas con vigas de madera y las balconadas, serán
algunos de los muchos aderezos que encontraremos durante nuestro paseo por el
pueblo. Otra de las peculiaridades de San Martín son las "regateras",
pequeños caudales de agua que discurren por el centro de algunas de sus calles,
corriendo a favor de pendiente. Y cómo no reparar en sus bodegas o
"boigas", situadas en la parte baja de muchas casas, que hacen honor
al antiguo nombre que tuvo esta villa, conocida hasta mediados del siglo XIII
como San Martín de los Vinos. Es imprescindible detenerse en la plaza mayor o
en cualquiera de las tabernas a degustar sus pitarras, reponer fuerzas con la
exquisita gastronomía local o avituallarnos en sus tiendas con las más diversas
viandas de elaboración artesanal.
Para proseguir
con nuestra ruta, tomaremos la "Calle del Puerto" y emprenderemos una
amena subida hacia el Puerto de Santa Clara, sin duda el tramo más espectacular
y emblemático de todo el recorrido. Tras dejar atrás los olivares y los
viñedos, nos adentramos en un denso bosque de castaños conocido como el
castañar de O´Soitu o de Ojesto, uno de los parajes más bellos de Extremadura. La existencia de este excepcional bosque de
castaños no es fruto de la casualidad y se ha desarrollado en este preciso
enclave gracias a la coincidencia de una serie de factores ecológicos. Entre
ellos, una elevada humedad y pluviometría, un suelo profundo con elevada
materia orgánica y con gran capacidad para retener agua, así como su situación
en una ladera cuya orientación propicia que reciba pocas horas de insolación, durante
los meses más calurosos.
La especie dominante del bosque es el castaño, existiendo algunos ejemplares con dimensiones realmente monumentales, y de hecho a nuestro paso encontraremos tres ejemplares declarados como Árboles Singulares ("Castaños del Cobijo o de los Ojestos"). Pero son igualmente interesantes las otras especies arbóreas acompañantes, entre las que destacan el acebo, el olmo de montaña, el avellano, el mostajo, el arce menor o el abedul.
Distintos tramos de la calzada desde San Martín de Trevejo al Puerto de Santa Clara
La especie dominante del bosque es el castaño, existiendo algunos ejemplares con dimensiones realmente monumentales, y de hecho a nuestro paso encontraremos tres ejemplares declarados como Árboles Singulares ("Castaños del Cobijo o de los Ojestos"). Pero son igualmente interesantes las otras especies arbóreas acompañantes, entre las que destacan el acebo, el olmo de montaña, el avellano, el mostajo, el arce menor o el abedul.
El bosque de castaños cubre por completo la calzada empedrada hasta llegar
al Puerto de Santa Clara y pese a su acusada pendiente no agota al viajero. Cada
paso nos hace disfrutar de un nuevo
rincón con el que deleitarse con el fragor de la vegetación, los sonidos, los
olores o la imaginación, que sin esfuerzo nos hará fantasear con la presencia
de duendes ocultos entre sus añosos árboles o escuchar, retenido entre las
ramas, el rumor de los arrieros y caballerías que en el Medievo transitaban por
esta misma calzada.
Árbol Sigular "Castaños del Cobijo o de los Ojestos"
Sin duda, el otoño sería la mejor época para recorrer este tramo para
admirar el intenso cromatismo de las hojas anaranjadas de los castaños y el
inesperado placer de caminar sobre una densa y mullida alfombra de hojarasca.
Pero en primavera, el verdor del castañar se ameniza con los melodiosos y
enigmáticos cantos de numerosas aves, como el ruiseñor, el petirrojo, el
chochín, el mirlo o el trepador azul, así como las bellas flores que
encontraremos a nuestro paso o infinidad de insectos que nos obligarán a
detenernos para contemplarlos. Y en verano será de los lugares más frescos y
sombreados por los que podamos caminar sin ver ni sentir el tórrido sol estival.
Tampoco desmerece en invierno, cuando todos los árboles ya están desprovistos
de hojas, siendo mejor momento para admirar la gran inmensidad de este castañar,
un profundo bosque cuajado de infinidad de árboles (no solo castaños!) que en otras épocas del año la frondosidad
del follaje no nos permite apreciar.
Una vez que llegamos
al Puerto de Santa Clara, la calzada empedrada cruza la carretera CC-1.2 (de
San Martín a El Payo, en Salamanca). En este punto seguiremos la pista forestal
que encontraremos a la derecha, tras pasar una verja, y que se adentra en el
monte de utilidad publica MP-16
"Jálama". Este último tramo es siempre ascendente, pero muy ameno por
el drástico contraste con todos los paisajes que hemos visto hasta el momento.
Los bosques de robles se van aclarando poco a poco, quedando relegados a
bosquetes o pies aislados, dando paso a los matorrales y los pastizales de
montaña, con una flora repleta de endemismos y singularidades. Tras recorrer 2,5
km llegaremos al final de la pista, un lugar perfecto para descansar y dejarnos
seducir por la magnífica perspectiva del valle de San Martín de Trevejo, la
Sierra de Erjas y del Castañar de O´Soitu. Desde aquí parte un sendero
señalizado que nos conducirá directamente hasta la cima del Pico Jálama.
Tramos empedrados del comienzo de la calzada desde San Martín de Trevejo al Puerto de Santa Clara
Además de los
brezos, escobas y piornos (uno de los pocos sitios de la Sierra de Gata donde
se puede ver esta especie), nos sorprenderá otro matorral muy característico de
estas cumbres: el cambrón (Echinospartum ibericum). Se trata de un arbusto
rastrero, abigarrado y espinoso, que crece tapizando el suelo y abrazando las
rocas, como una segunda piel. Pese a su aspecto almohadillado, la dureza de sus
espinas nos hará ser prudentes al acercarnos a ellos. Las delicadas especies de
flora existentes en este lugar hace recomendable que no abandonemos el sendero.
El final de la ruta es un merecido premio a nuestro esfuerzo y los fascinantes paisajes que contemplaremos desde el mirador del Pico Jálama nos harán olvidar enseguida el cansancio de estos últimos kilómetros de suave pero constante asenso. El horizonte no parece tener fin, sucediéndose los perfiles de las crestas de las montañas, interminables laderas y frondosos valles del corazón de la Sierra de Gata. Si miramos hacia el este, nos sobrecogerá el dantesco panorama de las laderas calcinadas por el último incendio que arrasó parte de los montes de los municipios de Hoyos y Acebo en agosto de 2015, una herida que la naturaleza ya ha empezado a restañar. Sin duda, el daño causado por el fuego nos hará valorar aún más los paisajes por los que hemos caminado durante esta excitante jornada y desear que continúen siendo por siempre uno de los más valiosos patrimonios naturales y culturales de Extremadura.
Cuando se terminaron
de escribir estas líneas, la declaración del "Camino desde Trevejo al Pico
Jájama" como "Corredor Ecocultural" o "Ecoitinerario"
se encontraba en su fase final y en breve pasará a formar parte de la Red de
Áreas Protegidas de Extremadura. Sin duda, un apropiado reconocimiento para
asegurar su conservación y promocionar su interés turístico.
En este artículo escrito por Salomé Guadalupe Ingelmo (coautora del libro) en Panorama Extremadura, encontrareis un extraordinario resumen su contenido.
Trancas de madera en las puertas de San Martín de Trevejo
Esta entrada forma parte del libro "Rutas para descubrir Extremadura", la última publicación de los blogueros extremeños y que ha sido editado por la Fundación Xavier de Salas con el inestimable apoyo de la Dirección General de Turismo del la Junta de Extremadura.
En este artículo escrito por Salomé Guadalupe Ingelmo (coautora del libro) en Panorama Extremadura, encontrareis un extraordinario resumen su contenido.
El libro se puede descargar en PDF íntegramente AQUÍ