viernes, 28 de noviembre de 2008
Carril lento
Es curioso el comportamiento de los caracoles para adaptarse con éxito a las condiciones ambientales. A lo largo del ciclo anual deben pasar por dos momentos de letargo, uno en invierno para protegerse de las frías temperaturas y de las heladas (hibernación) y otro en verano para evitar los meses de más calor (estivación). Esto les permite estar activos únicamente cuando las condiciones son favorables (suficiente humedad, temperatura óptima y disponibilidad de alimento), coincidiendo principalmente con la primavera y el otoño.
Los ejemplares de la imagen se encuentran en estado de estivación, momento en el que segregan un tapón o epifragma mucoso o calcáreo que sella el interior de concha y que los aísla por completo de los calores del verano. Este período puede durar hasta 4 meses, pero puede acortarse o no producirse si el estiaje no es muy acusado. Mientras dura la estivación reducen al mínimo su metabolismo y pueden utilizar las reservas de glucógeno que almacenan en el hepatopáncreas. Además, estos períodos de latencia parecen desempeñar una importante función en el desarrollo de los órganos sexuales y de las funciones reproductoras.
En el caso de esta especie, durante la estivación forman grandes agregaciones de ejemplares, concentrándose en gran número sobre los tallos de determinadas plantas, en busca de situaciones microclimáticas más favorables y también para evitar los predadores del suelo. Puesto que es una especie comestible, este comportamiento le cuesta caro, ya que facilita su recolección por parte del hombre. No le ha dado tiempo a evolucionar en ese sentido......
Algunas especies muestran un cierto comportamiento territorial denominado “homing”, de tal modo que después de la actividad diaria vuelven al mismo lugar a pasar la noche, o lo que es aún más llamativo, cuando se dispersan tras la hibernación o la estivación, retornan de nuevo al mismo lugar de partida, a la misma roca o al mismo tallo donde permanecieron varios meses “dormidos”. Es un hecho que me ha sorprendido bastante, ya que delata una extraordinaria capacidad para reconocer los elementos que integran territorio en el que viven, algo que me parecía impensable en estos invertebrados (aunque bien pensado, con lo despacio que se desplazan y con sus ojos situados en los extremos de los tentáculos.....deben ser unos increíbles exploradores y cartógrafos!). Estas habilidades para conocer el territorio están basadas en el olfato y el quimotactismo, aunque también debe concederse una cierta importancia a su capacidad de aprendizaje.
Lo más curioso es que estos caracoles se encontraban en una zona de pequeñas dunas, justo al borde del mar, en un hábitat que supuestamente no les resultaría muy favorable (extrema aridez, escasa vegetación, suelos arenosos, alta desecación por la concentración de sales y por los constantes vientos), pero donde eran asombrosamente abundantes. Seguramente su obligada dependendecia de las sales para la fabricación de las conchas sea un factor que les anime a adentrarse sin miedo en los hábitats costeros.
Creo que se trata de Cernuella virgata, pero si alguien lo puede confirmar, lo agradecería.
Enlace a esta imagen en Fotonatura
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