jueves, 27 de noviembre de 2008
Ecballium elaterium: el interés puede estar en la cuneta
El Pepinillo del Diablo (Ecballium elaterium) es una planta común en suelos básicos, generalmente asociada a cultivos, bordes de caminos, linderos y cunetas, donde prospera formando poblaciones relativamente densas y extendidas. Pertenece a la familia de las Cucurbitáceas (como el melón, la sandía o la nueza) y se caracteriza por sus matas rastreras de grandes hojas verdosas salpicadas de llamativas flores amarillas.
Esta planta esconde varias sorpresas que la hacen muy interesante pese a su carácter marginal. La primera de ellas es el peculiar sistema de dispersión de sus semillas, que podríamos llamar “a chorro” (me gusta más que la denominación técnica: balocoria) y que se encuentra entre los más singulares de nuestra flora. Su fruto, con la forma de un pequeño pepino, se convierte en un sofisticado sistema a presión que cuando alcanza la madurez y su máxima turgencia, expulsa violentamente las semillas que contiene en su interior inmersas en un líquido pegajoso. Al menor contacto con cualquier animal, el fruto se separa del delicado tallo que lo sostiene lanzando con fuerza las semillas a varios metros de distancia, logrando impregnar con ellas a quien las toca y consiguiendo así que sean transportadas lejos de la planta. En esta labor colaborarían sobretodo pequeños y medianos mamíferos silvestres, así como el ganado o incluso el hombre, siendo un perfecto ejemplo de ectozoocoria (dispersión por fijación a la superficie externa de los animales). Ese hecho justifica la denominación de su género, proveniente del griego “ekballion” y que significa lanzar o arrojar.
Otra llamativa curiosidad es que E. ellaterium presenta dos subespecies diferentes en la Península Ibérica que muestran un claro gradiente en su distribución. Así, en la mitad norte predomina la subespecie monoica (sbsp elaterium), con flores masculinas y femeninas en la misma planta, mientras que en la mitad meridional la subespecie presente es dioica (subsp. dioicum), con plantas diferentes para cada sexo. Esta peculiaridad ha permitido a las plantas dioicas adaptarse mejor a las regiones más secas y cálidas, y las monoicas colonizar zonas más frías, siendo un mecanismo que ha sabido utilizar con éxito.
La posibilidad de convertirse en monoica o dioica está controlada por un solo gen, hecho que ha propiciado que la especie tenga un gran interés desde el punto de vista de la investigación y actualmente es objeto de estudio en numerosas Universidades de Europa y América. Mientras recopilaba información para escribir estas líneas me sorprendió gratamente descubrir que en los albores del siglo XX, los primeros genetistas españoles que trabajaban en el seno del Museo Nacional de Ciencias Naturales, iniciaron sus investigaciones precisamente con esta especie, sentando las bases de muchas procesos genéticos entonces poco conocidos.
Para no aburrir y extenderme en exceso a costa de vuestra paciencia, me quedo en el tintero sus virtudes medicinales, la eleantoina,......
Los pepinillos del diablo me traen siempre a la memoria buenos recuerdos de la infancia, de cuando podías salir a jugar sin necesidad de utilizar pilas. En verano íbamos a los terraplenes de la vía del tren, a las afueras del pueblo, a divertirnos con un juego que nosotros llamábamos “las minas” y que consistía en caminar sobre las matas de los pepinillos intentando que no explotaran su frutos y te salpicaran sus semillas.....aunque siempre había quien te daba un empujón para hacerlo más entretenido!. Recuerdo perfectamente cuando llegaba a casa con las piernas totalmente churretosas de ese líquido pegajoso mezclado con tierra….y las zapatillas de deporte marca “La Tórtola” listas para meterlas en remojo. Por aquella misma época, a finales de los 70, D. José Luís Pérez Chiscano (uno de los botánicos extremeños de mayor prestigio y sabiduría) también recorría los mismos terraplenes de la vía del tren en busca de las matas de Ecballium elaterium mientras hacía los trabajos de campo para su estudio “Flora basífila y calcícola de la comarca de La Serena”. Tuve la fortuna de conocerle años después (entonces yo ya tenía pantalones largos) y aún estoy agradecido por todos los consejos y lecciones magistrales que recibí de él y que tanto me ayudaron a encarrilar mi vida profesional.
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