jueves, 27 de noviembre de 2008
El vuelo más efímero
Los Efemerópteros tiene la merecida fama entre los insectos de ser las especies que "disfrutan" de una vida más breve y en algunos casos emergen del agua al atardecer para morir al día siguiente. Eso es todo. De ahí les viene precisamente su nombre (del Griego “ephemeros”: que dura un día y “pteros”: alas) y, nunca mejor dicho, el significado de su efímera vida.
Pese a su corto paso por el mundo, su ciclo vital es complejo y singular. En realidad, la ninfa acuática es la fase de mayor duración y puede durar varios meses. Realizan varias metamorfosis a lo largo de su vida para poder crecer y la penúltima de estas mudas la realizan desde el estado de ninfa (de vida acuática y áptera) a otra fase denominada subimago, de vida terrestre y alado. El subimago sólo vive unas horas fuera del agua y rápidamente se transforma en el imago, la verdadera y definitiva fase alada. Dentro de los insectos este fenómeno es excepcional, ya que se trata de las únicas especies que vuelven a mudar después de alcanzar una fase alada.
La vida de los adultos es tan corta que no llegan a alimentarse y por ello no desarrollan sus aparatos mandibulares, que están prácticamente atrofiados y son del todo inservibles. El poco tiempo del que disponen lo dedican a aparearse y poner huevos.
En ocasiones la emergencia de las fases aladas es masiva, produciéndose enormes concentraciones de insectos que lo inundan todo, incluso llegando a las ciudades. En esta dirección web podéis ver un caso reciente y muy curioso en la localidad de Tudela (Navarra).
Ni que decir tiene la importancia que tienen para numerosas especies (aves, peces, murciélagos, libélulas....) esta gran abundancia de biomasa fácil de capturar.
La imagen que os muestro está realizada en el Río Gargáligas, un río extremeño que nace en las sierras de Las Villuercas y que luego se une al Guadiana en las vegas. Encontré este curioso espectáculo al cruzar el río con el agua hasta la cintura: en las eneas de las orillas había telas de araña repletas de efémeras, algunas con más de 60 ejemplares. Las arañas, a las que no puede identificar ni fotografiar por miedo a arriesgar más el equipo, se alojaban en el extremo doblado de una de las hojas de las eneas, desde donde extendían los hilos de sus trampas.
Es una pena emerger del agua, saber que vivirás unas horas y tropezar en el primer vuelo en la tela de una araña.
Al menos quedó la belleza de su vuelo detenido en el aire!
Enlace a esta imagen en Fotonatura
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