La Cigüeña blanca es una de las especies que mejor y más rápido ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. El notable incremento demográfico de su población en las últimas décadas ha sido espectacular, habiendo sido estimada en casi 33.500 parejas en 2004. Gran parte de este éxito se debe a su dieta omnívora, siendo capaz de aprovechar todo tipo de recursos y en una gran variedad de hábitats. Esta capacidad de adaptación le ha permitido incluso modificar su comportamiento migratorio, siendo cada vez mayor el número de ejemplares que invernan en nuestras tierras, aumentando así sus posibilidades de supervivencia al evitar los riesgos y el desgaste energético de un viaje hasta el otro lado del Sahara.
Su vinculación a los basureros como fuente de alimento, uno de sus hábitats tradicionales y que siempre ha formado parte de su beneficioso pacto con el hombre, también le ha exigido demostrar su flexibilidad ante los cambios. Cuando los miles de basureros que antaño ardían sin control en las afueras de pueblos y ciudades fueron clausurados y sustituidos por los Centros de Transformación de Residuos Sólidos Urbanos, su distribución resultó condicionada y muchas colonias tuvieron que desplazarse al entorno de estos enclaves tan rentables. También aumentó su grado de gregarismo, propiciando las concentraciones de centenares de aves en un mismo lugar para alimentarse.
La imagen que os muestro creo que evidencia claramente esa potencialidad de la Cigüeña blanca, una especie capaz de todo....incluso de pescar. En este caso, el pez ya estaba muerto y bastante tieso antes de ser engullido y lo capturó sin esfuerzo, pero no deja de ser una prueba más de su capacidades.
Fue un momento curioso, que a penas duró unos segundos, lo suficiente para coger, colocar, recolocar y tragarse enterito este enorme Barbo. Bueno, también dio tiempo a que una Garza real surgiese de la nada e intentase arrebatarle la presa, pero sin éxito.

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